Podemos hablar del “fenómeno
Peneque”. Podemos hablar de eso porque el pasado fin de semana comprobamos que
existe. Decenas de niños y de no tan niños, de Úbeda y de Quesada y de Mancha
Real y de... se congregaron en el antiguo Paseo del Mercado para presenciar las
aventuras de Peneque El Valiente. Más de cincuenta años lleva Peneque sobre los
escenarios de España y en Úbeda se ha convertido ya en una cita obligada en la
programación familiar de la Muestra de Teatro de Otoño.
La receta de Peneque para
triunfar parece fácil: una música pegadiza convertida en una especie de himno
de las alegrías infantiles, una historia sencilla en la hay buenos y malos y en
la que el héroe Peneque acaba derrotando a todos los malvados con su
cachiporra. La fórmula, ya decimos, parece fácil. Pero este modelo imperecedero
de “títeres de la cachiporra” esconde detrás de sí una historia milenaria y una
permanente búsqueda de algo tan complicado como buscar la esencia de la
infancia, que es la esencia misma de lo humano que somos. ¿Por qué triunfa
Peneque? ¿Por qué no decaen los títeres de la cachiporra pese a las consolas y
los videojuegos y las tablet? ¿Por qué los niños siguen entregándose y gritando
y riendo y cantando delante del retablo de Peneque y por qué los mayores
sienten delante de él una nostalgia pálida de sus años idos? Pues porque
Peneque condensa muchos siglos de tradición teatral y ha aprendido a captar lo
que todos nosotros tenemos en común: la necesidad de ser felices y de que el
bien acabe triunfando sobre el mal.
Por eso los ojos de los niños ubetenses y de los que nos visitaron
brillaban de felicidad en la mañana de otoño, sentados sobre las viejas losas
del Paseo del Mercado delante de las historias de marionetas capitaneadas por
el inmortal Peneque que con la misma vitalidad y la misma energía que el primer
día recrean los hijos de Miguel Pino.
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