Los Cerros del Teatro me llevan a Úbeda.

Los Cerros del Teatro te llevan a Úbeda.
Los Cerros del Teatro nos llevan a Úbeda.

EUSEBIO CALONGE


viernes, 15 de noviembre de 2013

EL RÉGIMEN DEL PIENSO: LO QUE DICE LA CRÍTICA




Sandra Comisso (Clarín, Buenos Aires): «Con La Zaranda, lo argumental es lo de menos.»

Susana Freire (La Nación, Buenos Aires): «La Zaranda logra con esta obra un efecto contundente que moviliza al espectador, pero nada de esto hubiera sido conmovedor sin la interpretación de los actores que logran una composición inimitable.»

Hilda Carrera (Página 12, Buenos Aires): «El Régimen del Pienso se constituye en una vivencia única.»

Juan José Santillán (Clarín, Buenos Aires): «Como en el cine catástrofe, los andaluces de La Zaranda trasladan al teatro destinos particulares en épocas postreras de lo humano.»

Silvia Urite (Notas de Teatro, Buenos Aires): «Una obra fuerte, pero que sorprende por su tono grotesco, que causa amargas carcajadas a la audiencia. La Zaranda se posiciona políticamente y critica al capitalismo salvaje, asumiendo que allí no está la respuesta sino el origen del mal.»

Gregorio Morán (La Vanguardia): «Yo creo que es su mejor obra, El Régimen del Pienso; una parábola orwelliana del presente más obvio.»

Carlos Torquero (El Mundo): «Un texto transgresor para sortear ese tremendo aparato burocrático, esa vida ficticia, ese simulacro, esa falsificación que nos obliga a mantener y pasar el Sistema desde que nacemos hasta que morimos. Aquí La Zaranda se rejuvenece, aunque mantiene intacto su compromiso existencial, espacio escénico y dirección. Magnífica.»

Fernando Herrero (El Norte de Castilla): «La sociedad de hoy al descubierto en toda su estupidez y su codicia. La humanidad cada vez más deletérea e inane. Interpretada con una impresionante autoridad y magnífica estética.»

Manuel Sesma (Artez): Salí tocada de ver El Régimen del Pienso de La Zaranda... Hay mucha amargura en este montaje de La Zaranda. Hay desconsuelo y, paradójicamente, un fino humor. Transmite la soledad del individuo corriente, su impotencia frente a una sociedad impía. Y por otra parte, la pieza sugiere una sonrisa irónica, la referencia a una sociedad en descomposición, que la que estos días nos muestran los medios informativos, hará que los comulgantes “zarandinos” sean cada vez más».

Marcos Ordóñez (El País): «Liturgia, estilazo. Estos genios son únicos a la hora de recrear un cadáver con una corbata a modo de esternón, y hacernos ver unos pies yertos en unos zapatos vacíos, y de trazar los laberintos del castillo con cuatro flexos...»

Joaquim Armengol (Planetari): «Adoro La Zaranda. Me gusta el aire kafkiano y alegórico, el mensaje representado. ¡Bravo! La Zaranda, una vez más en un acto de protesta, mostrando su auténtico y maravilloso comportamiento escénico.»

Javier Vallejo (El País): «Luis Enrique Bustos, Gaspar Campuzano y Paco Sánchez, los actores de siempre de La Zaranda, hacen un trabajo soberbio, íntegro, en los tuétanos; y Javier Semprún, de Teatro Corsario, otra compañía independiente de bandera, empasta muy bien con ellos, aún con otro acento, en el papel de empleado cesante. Hay cierto manierismo en este trabajo, una ironía dosificada, un escepticismo hondo sobre la condición humana y sobre la posibilidad de un cambio moral, y una luz incisiva de Calonge que da empaque a la funcional escenografía de estanterías metálicas rodantes de Paco de La Zaranda.»

Juan Ignacio García Garzón (ABC): «La utilización de materiales sencillos y convencionales que propone el espectáculo es de una imaginación estupefaciente, pura marca del estilo de estos teatreros cuya inventiva parece más joven cada año. (...) Un montaje de inquietante intensidad trágica y humor venenoso, bañado por la iluminación decrépita que firma Eusebio Calonge, autor de cabecera de la compañía.»

Javier Villán (El Mundo): «A lo largo de los años La Zaranda ha creado un estilo definido: un tenebrismo que va de las pinturas negras de Goya al Teatro de la Muerte de Tadeus Cantor con incursiones en una visualidad sombría; y los textos de Eusebio Calonge: repetitivos, casi minimalistas, llenos de tristeza y de desesperación alimentados por la fronda gestual y la entonación verbal. Y un humor que, piadosamente, podríamos llamar negro, pero es otra cosa: la destilación de un asombro permanente, del absurdo pobre y de la incomunicación balbuciente por mucho que las palabras y el contacto físico se repitan: una ética y una estética.»

No hay comentarios:

Publicar un comentario