Se cumplen hoy cien años del nacimiento en Argel del
escritor Albert Camus, considerado como un clásico y como uno de los escritores
que mejor ha sabido captar la angustia y el absurdo trágico y sangriento del
siglo XX y que más se ha comprometido con la indefensión de la persona y con la
defensa de los derechos humanos. En Albert Camus se concitan la búsqueda de la
belleza literaria como un fin superior y la vocación de servicio para redimir
el sufrimiento de los semejantes: pocos autores resultan tan intensamente
humanos, tan profundamente humanos, como Albert Camus y en muy pocos libros se
muestra ese temblor ante el sufrimiento, el desgarro y el exilio de los
semejantes. Nadie, como Camus, conjuga en su obra la belleza del arte y el
compromiso de la filosofía.
Independientemente de lo temprano
e inesperado de su muerte, Albert Camus no fue un autor especialmente prolijo.
Dejando a un lado sus artículos periodísticos, Camus escribió menos de
veinticinco obras entre novelas, ensayos y obras de teatro. Y sin embargo, pese
a lo relativamente exiguo de su producción, en 1957 se le concedió el Premio
Nobel —es uno de los escritores que lo ha recibido más joven— como
reconocimiento al extraordinario valor artístico y moral de su obra. Esa
excelencia artística y filosófica es algo que impregna también su producción
teatral, de tal modo que con tan sólo cinco obras Albert Camus puede ser
considerado como uno de los dramaturgos más grandes de todos los tiempos.
Albert Camus mantuvo a lo largo
de su trayectoria como escritor una constante de pensamiento y reflexión
artística sobre que volvía una y otra vez: oponerse a toda ideología que prive
al ser humano de su genuina humanidad, entendida como una amalgama de libertad
y dignidad. Esta preocupación está presente en sus obras teatrales —Camus
estrenó Calígula y El malentendido en 1944, Estado de sitio en 1948, Los justos en 1950 y Los posesos en 1959; en 1946 escribió una obra menor titulada Improvisación de los filósofos— que
andando el tiempo se han convertido en auténticos clásicos venerados por los
aficionados al teatro y por los amantes de la literatura. Pero la relación de
Albert Camus con el teatro no se circunscribió a la labor de dramaturgo. Desde
su juventud en Argel, el enfermizo Camus había sido un apasionado del teatro,
participando activamente en la fundación de grupos de renovación teatral,
figurando como actor en las obras de estos grupos y ejerciendo en muchas
ocasiones las funciones de director de acreditada solvencia.
Por eso, en una cita cultural de
la dimensión de la XIX Muestra de Teatro de Otoño de Úbeda era imprescindible
rendirle homenaje a un escritor como Camus. Y se hará mañana representando su
obra teatral cumbre, Calígula, y el próximo jueves con una conferencia
del escritor Ricardo Menéndez Salmón titulada Belleza y rebelión: Camus como
educador. Igualmente, en el número 1 de la revista TEATRO IDEAL (que se puede
adquirir en el Área de Cultura del Ayuntamiento y en la taquilla del Teatro
Ideal) se puede encontrar un amplio e interesante reportaje sobre la relación
de Camus con el teatro y sobre su obra Calígula.
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